Entrevista a Silvia Federici* ,
autora del libro "Calibán y la bruja"
“La cadena de montaje
empieza en la cocina, en el lavabo, en nuestros cuerpos”
Manel Ros.
La Hiedra
Hubo un momento en el que la
violencia contra las mujeres alcanzó un
punto inimaginable de terror: fueron los siglos de la “caza de brujas”, tiempos coincidentes con el inicio del
capitalismo y esa violencia extrema, ese auténtico genocidio de la población femenina
no fue ajeno a la configuración de ese modo de producción, en el que todavía
vivimos. Por ello, hemos considerado que en La Mira del mes de Noviembre, cuyo
día 25 fue y tiene que seguir siendo, una jornada de lucha para acabar con la
violencia ejercida contra las mujeres, incluimos esta entrevista y recomendamos
encarecidamente la lectura de este libro que puede descargarse gratuitamente en
PDF en http://www.traficantes.net/index.php/editorial/catalogo/historia/Caliban-y-la-bruja.-Mujeres-cuerpo-y-acumulacion-originaria-2a-Edicion
. La Mira.
¿Por qué crees que era necesario un libro sobre las brujas y la caza de
brujas?
El libro sobre las brujas nace como parte de la búsqueda que empecé en los
70, búsqueda que estaba conectada con los debates que tenían lugar en el
movimiento de las mujeres. Había debates sobre el origen de la discriminación
de las mujeres, las razones sobre la diferente posición de las mujeres en la
sociedad capitalista respecto a los hombres. Antes que nada quería entender por
qué las mujeres todavía están discriminadas. Tenía una teoría, pero estaba
interesada en demostrar que esta discriminación no estaba basada en la
tradición, sino que, de hecho, es algo que fue construido en las sociedades
capitalistas. Dicho de otro modo, el patriarcado no es un legado del pasado,
sino que más bien ha sido refundado por el capitalismo.
Yo formaba parte de una organización de mujeres, como Maria Rosa Dalla
Costa o Selma James, entre otras, que habíamos desarrollado la teoría y
veníamos de una tradición anticapitalista, marxista, de lucha de clases, pero
teníamos una posición crítica respecto a la clásica interpretación marxista de
la posición de las mujeres en la sociedad. Nuestra visión era que las mujeres
están discriminadas en el capitalismo, no por el sistema productivo que crea la
división del trabajo, y no porque el trabajo que hacen no sea importante, sino
porque el trabajo no es remunerado.
Desarrollamos la idea de que, en el capitalismo, existe una organización
del trabajo que tiene dos componentes: la producción de mercancías y la de
fuerza de trabajo para el mercado. Las mujeres llevan a cabo la producción de
la fuerza de trabajo, y la discriminación viene del hecho de que este trabajo
se ha vuelto invisible. Así que el poder social, por muy limitado que sea, que
tiene el trabajador masculino, debido a que cobra un sueldo y que su trabajo está
reconocido, no lo tienen las mujeres. Pero la realidad es que, si observamos el
capitalismo a través del trabajo asalariado, que incluye trabajo asalariado y
trabajo no asalariado, veremos como la relación salarial es mucho más compleja
que si sólo tenemos en cuenta el trabajo asalariado, puesto que el trabajo
asalariado incluye también mecanismos de exclusión; incluye, como de hecho dice
Marx, mecanismos para la extracción de trabajo no asalariado.
En el caso de las mujeres, de alguna manera este trabajo es el más
importante porque crea a las personas que trabajan, ya que no puedes hacer
coches si no tienes quien los haga. Nosotros decimos que la cadena de montaje
empieza en la cocina, en el lavabo, en nuestros cuerpos. El capitalismo ha
entendido esto, puesto que es el sistema de explotación que más que cualquier
otro ha enfatizado la importancia del trabajo. Así que tiene muy claro que las
mujeres son el sujeto productivo más importante, pero para mantener esta
producción de la forma más barata posible, este trabajo se ha hecho invisible.
Quise estudiar la historia para tratar de comprenderlo, empezando por el siglo
XIX y después más atrás, donde me encontré con la caza de brujas.
¿Qué descubriste cuando te adentraste en el estudio de la caza de brujas?
Fue un choque, porque conocía a las brujas, pero siempre había sido una
historia que nunca sabías si había sido real o una fantasía. Pero cuando empecé
a estudiarlo e investigarlo, me di cuenta de que me estaba enfrentando a un
fenómeno que era extremadamente importante y que, además, se dio de forma
simultánea con el cercamiento (enclosure en inglés), la expulsión del
campesinado de sus tierras, el proceso de colonización y el comienzo del
tráfico de esclavos.
Todo esto hizo que me diera cuenta de que todo este proceso era fundamental
para el desarrollo de la sociedad capitalista, de que era uno de sus
fundamentos más importantes. Es interesante, también, porque muchos de estos
procesos están basados en la exterminación: del sujeto colonial, de la gente africana
que sufrió el tráfico de esclavos y también de las brujas. Entendí que todos
estos fenómenos están conectados, y que son parte de la acumulación
capitalista, de la acumulación de la clase trabajadora, de la acumulación de
fuerza de trabajo. Esta fue la perspectiva desde la cual empecé a mirar la caza
de brujas, y que me llevó hacia muchos caminos y muy diferentes.
Empecé a entender que el desarrollo del capitalismo, como fue descrito por
Marx, tenía que, no ya ser reescrito -porque creo que el trabajo de Marx es muy
acertado y muy potente, además de muy útil para estos días, de hecho pocas
cosas se podrían cambiar-, sino apuntar a otra historia que Marx no vio.
Tú has estudiado mucho a Marx y hablas mucho de él en tu libro, pero a la
vez dices que Marx no vio la historia desde el punto de vista de las mujeres.
¿Qué podemos aprender de Marx y qué tenemos que reformular?
Para mí, lo más importante de Marx es su teoría sobre la explotación, la
importancia que da al salario, no sólo lo que significa a nivel de tener
dinero, sino también lo que significa cuando se trata de organizar la sociedad,
de organizar no sólo la fábrica habitual, sino también la fábrica social. A la
vez, su explicación de la acumulación primitiva u originaria continúa siendo
fundamental. Marx todavía nos sirve para explicar hoy en día qué pasa en el
mundo con respecto al desarrollo capitalista, pero la base del trabajo de Marx
era que, bajo el capitalismo, el sujeto revolucionario sería el trabajador
asalariado, y que la lucha por la transformación del mundo y por la transición
al comunismo tendría lugar en el terreno del trabajo asalariado.
Pero Marx no tenía un conocimiento profundo del proceso que se da en el
capitalismo y que produce la fuerza de trabajo. Si leemos el primer volumen de
El Capital de Marx sobre la teoría de la plusvalía, donde describe la
producción de fuerza de trabajo, encontraremos que la forma en que describe la
producción es extremadamente limitada y reducida. Para Marx, la producción de
la fuerza de trabajo está totalmente limitada dentro de la producción de
mercancías. El trabajador tiene un salario, con el salario compra la mercancía,
la utiliza y se reproduce a sí mismo, en ningún caso sale del círculo de la
mercancía. Por lo tanto, toda el área del trabajo reproductivo, que es tan
importante y vital para las sociedades capitalistas, y toda la cuestión de la
división sexual del trabajo, está totalmente ausente. Es importante señalar que
el hecho de ver todas estas otras áreas no significa incluir un quinto capítulo
en el primer volumen de El Capital.
De hecho se dice que tu libro es la parte no escrita de El Capital de Marx…
Creo que si así fuera sólo añadiríamos cosas, pero de lo que se trata es de
repensarlo de forma conjunta. Siempre digo que lo que he intentado hacer no es
escribir la historia de las mujeres en el capitalismo, sino la historia del
capitalismo desde el punto de vista de las mujeres y la reproducción, que de
hecho es muy diferente. Si escribes la historia de las mujeres en el
capitalismo, dices: de acuerdo, tenemos la historia de los hombres y ahora
haremos la historia de las mujeres, pero escribir la historia del capitalismo y
de su origen desde el punto de vista de lo que les pasa a las mujeres o lo que
pasa con la reproducción, que para mí están muy conectadas la una con la otra,
hace repensar todo el conjunto desde otra perspectiva.
El trabajo contractual dentro del capitalismo está acompañado de una
cantidad inmensa de trabajo no libre, no asalariado y no contractual. Es
entonces cuando empiezas a entender por qué a través de la historia del
capitalismo tienes colonización de una forma continuada, igual que las
diferentes formas de esclavitud. Aceptar que el trabajo no libre y no
asalariado es fundamental, y que no sólo tiene como objetivo extraer riqueza de
la gente trabajadora, sino también una forma de organizar la sociedad, es muy
importante. La supervivencia de las relaciones no libres es algo fundamental y
forma parte del maquillaje genético de las sociedades capitalistas. Mirando el capitalismo
desde el punto de vista de la reproducción, lo que yo denomino la reproducción
de la fuerza de trabajo ha sido muy importante para llegar a entender el
capitalismo, y esto es algo que no encuentras en Marx.
Volviendo al libro, hay un momento en que argumentas que, durante la Edad
Media, la división del trabajo no comportaba necesariamente la opresión de las
mujeres.
En muchas sociedades, antes de los procesos de colonización, los hombres y
las mujeres tenían tareas diferentes, y existía una división de las tareas. De
hecho, en muchas sociedades, por ejemplo en Nigeria, los hombres y las mujeres
trabajaban en la agricultura y unos y otras plantaban cosas diferentes y se
organizaban de formas diferentes. Incluso hay casos en que los hombres y las mujeres
utilizaban palabras propias. De este modo, las mujeres no dependían de los
hombres, tenían acceso a sus propias cosechas y las utilizaban para auto
subsistir si era necesario. Así que el hecho de hacer tareas diferentes no
implica automáticamente grados de poder diferentes: la cuestión es qué valores
están asociados a estas diferencias.
Tuvimos muchos debates en el movimiento feminista sobre la clase de
sociedad que queríamos. ¿Queremos una sociedad donde no se utilice la categoría
hombre o mujer? ¿O queremos una sociedad que tenga alguna forma, no de
especialización, pero sí de diferenciación, porque después de todo las mujeres
tenemos la capacidad de tener hijos o hijas? Tal como yo lo veo, las
diferencias no son el problema, el problema es la jerarquía. La jerarquía hace
que las diferencias se vuelvan una fuente de discriminación, de devaluación y
de subordinación. No es necesario construir una sociedad donde no hayan
diferencias; y quizás decidamos que algunas diferencias son buenas.
También hablas sobre cómo la acumulación primitiva de capital también
supuso la acumulación y la división de las diferencias, no sólo en la clase
trabajadora, sino también con respecto a género, etnia y edad.
Marx dijo varias veces que cuando hablamos de acumulación primitiva, de lo
que realmente estamos hablando es de la acumulación de trabajo. Lo que hace el
capital en su primera fase de desarrollo es la acumulación de la clase
trabajadora. Otro aspecto de la acumulación es la división, la acumulación de
la división, que es el momento fundacional del racismo y del sexismo. Yo
siempre insisto una y otra vez en la importancia de esto, incluso hoy en día.
El hecho de que el capitalismo pueda organizar diferentes regímenes de trabajo
ha sido una de las armas más poderosas que ha utilizado para parar los procesos
revolucionarios. Primero, porque divide a la gente, segundo, porque puede
utilizar algunos grupos a los cuales delega poder, como, por ejemplo, delegando
poder en los hombres para controlar el trabajo de las mujeres. Otro ejemplo: a
través del uso del salario, el capitalismo ha podido esconder muchas áreas de
explotación, como el trabajo doméstico, y hacerlas aparecer como naturales. La
construcción ideológica de las diferencias está estrechamente relacionada con
la construcción material.
¿Podemos decir, entonces, que los hombres se benefician del trabajo de las
mujeres?
Sí y no. La delegación del poder tiene una función importante para el
capitalismo, una función también desde el punto de vista del hombre trabajador
asalariado. El trabajo reproductivo ha reproducido al trabajador hombre,
permitiéndole no volverse loco mientras no trabaja y poderse presentar al
puesto de trabajo en condiciones día tras día. Por lo tanto, hay una
reproducción, pero también es una reproducción para el mercado de trabajo.
El trabajo reproductivo tiene este carácter relacionado con el trabajo,
pero a la vez, si miras la historia de las luchas de las mujeres referentes al
trabajo reproductivo, podemos ver dos dimensiones: la reproducción del individuo
para el mercado de trabajo y, a la vez, la reproducción de la lucha. Entender
el carácter del trabajo reproductivo ha permitido a las mujeres rechazarlo,
porque reconoces que sí, reproduces a tus hijos, algo muy importante, limpias
los platos, la ropa, les das de comer, pero en esta reproducción está también
la disciplina, la cual también reproduces.
El capitalismo ha organizado, a través del trabajo, las relaciones entre la
producción para el mercado y la reproducción, el trabajo de los hombres y de
las mujeres, de tal manera que la mujer se ha transformado en la sustituta de
la tierra que han perdido los hombres, convirtiendo a la mujer en los nuevos
comunes. El capitalismo ha permitido a los hombres utilizar el trabajo y el
cuerpo de las mujeres como un gran común. A corto plazo hay un beneficio
inmediato, pero hay una gran pérdida a largo plazo. Hay un beneficio inmediato
porque hay una reproducción, pero entonces te reproduces de una manera concreta
que a la larga conforma un tipo de esclavitud al mercado de trabajo
capitalista.
Hay un debate también dentro del movimiento feminista sobre la cuestión de
si las mujeres tendrían que tener un salario por el trabajo doméstico. ¿Qué
piensas?
Estuve cinco años en una organización que llevó a cabo una campaña
internacional que luchaba a favor de un salario para el trabajo doméstico. En
1972 en Italia fundamos un colectivo internacional bajo el nombre de Colectivo
Feminista Internacional, con el cual lanzamos la campaña internacional Salario
por el Trabajo Doméstico (Wages for Housework). Lo que decíamos era que el
salario para el trabajo doméstico es muy importante.
Antes que nada tiene muchas funciones. Es diferente cuando el trabajador
asalariado lucha por mejoras salariales y cuando el esclavo lucha por un
salario, y hacíamos esta analogía entre el ama de casa y el esclavo, porque
antes que nada estamos haciendo visible el trabajo que se hace, puesto que la
invisibilidad ha sido una de las causas fundamentales de nuestra opresión. Así
que lo primero era hacer visible nuestra explotación, dejando claro que esto es
trabajo, es trabajo que produce capital. De este modo, cuando pedimos un
salario por el trabajo doméstico estamos creando un espacio de lucha, haciendo
visible la explotación y haciendo visible nuestra relación con el capital y el
estado, saliendo de la realidad del trabajo doméstico, saliendo de la idea de
que el trabajo doméstico es un servicio personal. Segundo, la falta de dinero
por el trabajo que hacemos nos convierte en dependientes de los hombres, así
que trabajas, pero después tienes que pedir dinero para vivir.
El salario para el trabajo doméstico permitiría a las mujeres tener algún
tipo de autonomía económica de los hombres, no del capital, y esto, de hecho,
ya sería un cambio importante en las relaciones con los hombres y la sociedad.
Tercero, cuando salen a buscar un trabajo, muchas veces las mujeres consiguen
trabajos relacionados con el trabajo doméstico y, acostumbradas a hacer este
trabajo gratuitamente, es más probable que acepten salarios más bajos. Así que
luchando por un salario para el trabajo doméstico se rompen toda una serie de
dependencias, invisibilidades y naturalidades a la vez que se abre un espacio
de lucha. No lo vemos como un fin en sí mismo, sino como un movimiento de una
lucha más general donde podemos conseguir involucrar a muchas mujeres, porque,
aunque no hagamos trabajos domésticos, todas somos amas de casa de alguna
manera, puesto que cada mujer es vista de una manera concreta debido a este
trabajo. Para nosotras, la idea de que el trabajo doméstico institucionaliza a
la mujer en casa no era válida: es la falta de dinero, de autonomía, la que la
mantiene encerrada en casa.
En tu libro hablas también del concepto del patriarcado del salario.
El capitalismo ha cambiado el mundo de arriba abajo, cambiando muchas
cosas. Para el capitalismo, las diferencias de poder que existían entre los
hombres y las mujeres eran de una gran utilidad, pero esta diferencia y la
forma en que las diferencias estaban organizadas no es una cosa que hayan
cogido directamente del pasado, sino que la han reconstruido. Una de las
cuestiones más importantes en esta reconstrucción ha sido el salario. Quizás
esto forma parte de mi conexión con el operaismo de Italia y el análisis
político del salario, que critica el leninismo y la diferenciación entre la
cuestión económica y política, la idea de que el salario sólo es una cuestión
económica, en vez de ver que el salario es una forma política de organizar la
sociedad.
El término patriarcado del salario surge al analizar el hecho de que, bajo
el capitalismo, muchas de las diferencias que promueven las discriminaciones
entre hombres y mujeres, pero también entre colonizadores y colonizados, han
sido organizadas a través del salario. El salario ha sido el apoyo material, el
instrumento, con el cual se han construido las jerarquías, y se ha convertido
en el punto clave del contrato social con el cual el capital reconoce al
trabajador, o lo utiliza para invisibilizarlo y superexplotarlo con la
naturalización del trabajo. Con la diferenciación entre el trabajo asalariado y
el no asalariado se ha podido llevar a cabo una gran acumulación de trabajo no
remunerado, pero a la vez ha sido un instrumento de la construcción de las
diferencias. Digo patriarcado del salario porque es un nuevo tipo de
patriarcado, no es el patriarcado de la Edad media o el del imperio romano,
sino que es un patriarcado que ha sido reconstruido en base al salario.
¿Existe la caza de brujas actualmente?
Tengo una amiga que volvió de Ghana hace poco y me explicó que, por la
noche, en la televisión, hacen unos programas donde te enseñan cómo reconocer a
una bruja. La proliferación de las sectas pentacostales está haciendo resurgir
este tipo de prácticas, básicamente financiadas por grupos políticos de
derechas en EEUU. Hay un documental muy interesante que salió el año pasado,
llamado The Witches of Gambaga, que habla sobre los campos de brujas que hay al
norte de Ghana, donde viven mujeres que han tenido que dejar sus pueblos e ir a
vivir allí, acusadas de ser brujas, porque si no las hubieran matado. Estos
campos están financiados por el gobierno, y cuando han pasado unos años, en
algunos casos, las dejan volver a sus pueblos, pero a otras muchas las matan.
Pero no sólo es Ghana, es también Tanzania, Kenya; también en la India se mata
a muchas mujeres acusadas de brujería.
Tú has participado durante muchos años activamente en el movimiento
feminista. ¿Qué valoración haces de estos años y cómo ves actualmente al
movimiento?
Vengo de los principios del feminismo, durante los años 60 y 70, y para mí,
entonces, el feminismo era un movimiento revolucionario que tenía que ser
anticapitalista, no sólo de autonomía respecto a los hombres, sino una
autonomía de las mujeres como parte de una lucha más amplia, siendo también
autónomas del capital. Así que estaba realmente disgustada con el feminismo que
quería autonomía respecto a los hombres, pero no quería una autonomía respecto
al capital.
El 1975 el movimiento de las mujeres explotó, empezó a tomar unas fuertes
connotaciones subversivas y se extendió mucho a nivel internacional. En el
momento en que empezó a extenderse el nuevo liberalismo, las Naciones Unidas
intervinieron y lucharon para ponerse en el centro del movimiento y para crear
un feminismo neoliberal, para utilizarlo contra las luchas, también las de los
hombres. Por ejemplo, crearon un movimiento de mujeres burguesas que en África
y América Latina luchaban por la privatización de la tierra.
Entonces hay gente que me pregunta, ¿por qué te consideras feminista? Me
considero feminista porque siempre se apoderan de todo y yo me niego a dárselo
todo. Ahora es muy importante hablar de feminismo de una manera diferente, de
tener una concepción alternativa del feminismo.
Muchas mujeres jóvenes no quieren tener nada que ver con el feminismo.
Algunas porque son liberales y creen que no lo necesitan, porque las mujeres,
hoy en día, hacen lo que quieren. Otras no quieren ni hablar del tema porque
piensan que el feminismo es una cosa burguesa. Pero creo que todo esto está
empezando a cambiar, porque mientras movimientos sociales, como por ejemplo
Occupy, se han empezado a desarrollar, también se han creado experiencias
políticas masivas que han dado mucho espacio a la reproducción, porque las
personas están juntas en la calle, duermen juntas, preparan comida juntas.
Es en estas situaciones cuando salen muchos temas sobre las relaciones
entre hombres y mujeres, y muchas mujeres jóvenes empiezan a darse cuenta de
que algunos de los problemas a los que nos enfrentábamos todavía existen. Hay
muchos temas abiertos, como por ejemplo tener hijos o hijas, cómo se crían, la
relación con los hombres, la cuestión de si existe el género o no, etc. Hay
todavía un gran terreno que se tiene que construir, que se tiene que definir,
que se tiene que luchar.
Cuatro conceptos sobre la obra de
Silvia Federici Los Comunes
Los comunes son un sistema de
gestión que no es ni público ni privado, en el cual una serie de bienes
pertenecen y son gestionados por una comunidad. Estos bienes pueden ser tanto
materiales (tierras, ríos, etc.) como inmateriales (conocimiento, cultura…).
Los bienes comunales surgen durante el feudalismo, pero hoy todavía encontramos
ejemplos de gestión comunal: en zonas rurales del Estado español existen tierras
y recursos que se gestionan en comunidad.
Cercamientos
Estos mecanismos de expropiación de
los bienes comunes son, para Federici, un rasgo estructural del capitalismo. Si
en Europa, durante la Edad media, el capitalismo avanzó gracias a la
expropiación de las tierras comunales que permitían subsistir al campesinado,
ahora hay políticas, como los planes de ajuste estructural del FMI, que cumplen
con la misma labor, privatizando no sólo tierras comunales sino también todos
aquellos servicios que garantizan la reproducción social.
Caza de brujas
La cacería y quema de cientos de
miles de brujas en los siglos XV y XVI, en Europa y el Nuevo Mundo, fue tan
importante para el desarrollo de la sociedad capitalista moderna como la
colonización, el comienzo de la esclavitud o la expropiación de las tierras
comunales al campesinado, según la tesis de Federici. La caza de brujas también
constituye un intento feroz de destruir el poder que habían ejercido las
mujeres sobre su capacidad reproductiva, que resulta demonizado.
Acumulación originaria
Federici desarrolla el concepto
acuñado por Marx para señalar que este proceso intrínseco al capitalismo y
necesario para su nacimiento (concentración previa de capital y de trabajo, y
separación de los trabajadores de los medios de producción) afectó de forma
especial a las mujeres. Este periodo sangriento generó una nueva división
sexual del trabajo: los hombres se encargan del trabajo productivo y asalariado
y las mujeres de tareas reproductivas, que pasan a ser un trabajo invisible y
no pagado.
* Silvia Federici, es autora del libro Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación
originaria, nos explica en esta entrevista qué significó la caza de
brujas para el capitalismo y los procesos de expropiación de los cuerpos, los
saberes y la reproducción de las mujeres
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